Me ha costado decidirme a hacer esta paja. Por un lado, porque no es una paja al uso y se sale un poco del enfoque que siempre hemos perseguido. Y por otro, porque de darle tantas vueltas a qué momentos coger, casi me vuelvo tarumba (baila mi rumba, que tumba…). Aunque, pensándolo bien, me pasa con casi todas las pajas, ¡qué cojones! Ponerse a escribir es ya de por sí un proceso doloroso —no el hecho de escribir, sino el ponerse, lanzarse a ello, empezar a soltar letras y que vayan cogiendo sentido, con los consiguientes pedacitos de alma que nos vamos dejando en el intento—, como para encima tener que decidirse entre qué canciones escoger, qué videos, qué letras, qué putas mierdas colgar aquí.

Y en esta paja, además, se mezclaban dos cosas: música y cine. ¡Qué dilema, dios mío! Exponerse así. Decidir entre tanto. O no. Porque luego es todo mucho más fácil de lo que parece. Al final, son solo cinco momentos, mis cinco momentos musicales favoritos, punto, resuelto; habrá más, hay muchos más, lo sé, otros tantos que desconozco, pero estos son los míos. Las únicas dos condiciones, y media, que le he puesto a la selección han sido que no se tratase de películas musicales y que fueran teóricamente momentos improvisados. Es decir, que no sean una actuación musical propiamente dicha, preparada, como parte del momento musical de la película. Como esto no es fácil, y me he dejado llevar también por lo emocional de cada momento, he puesto esa otra media condición más, que es la de que signifiquen algo, transmitan algo, tengan algo más detrás que haga de ellos algo diferencial o especial, puede que hasta único.

Aquí mi ranking, a ver qué opináis, y a ver si se os ocurre alguno más que rivalice con ellos; yo tengo unos cuántos más en el recámara que no han pasado el corte, pero seguro que se os ocurren todavía más.

 

Momento 5: Waynes World, Bohemian Rhapsody.

Momentazo donde los haya, de una película de culto, con dos monstruos de la comedia, Mike Myers y Dana Carvey de protagonistas. Me encanta por el tema, claro, pero también por lo común, por lo mucho que se parece, salvando lo ensayado de lo cinemático, a cualquiera de nuestros momentos cantando lo que fuera en el coche, a altas horas, o no, de la noche.

Me encanta la película, como me gustaban esos personajes en SNL, de donde salieron, me encantan ellos dos, y se sale el montaje como Queen. Sorprende que este la 5, a mí también, pero creo que le falta la parte más emocional, más de transmitir, que quizá se deba a que es una comedia muy comedia, y eso es precisamente lo que busca.

 

Momento 4: Regreso al Futuro I, Johnny B. Goode

¡¿La cuarta?! Sí, la cuarta, porque se sale un poco de la norma, no son personajes cantando, así, en plan amiguetes, y porque es demasiado “musical”. Y lo que me gusta de estos momentos es que sean inesperados, o casi. Y este lo es, pero menos. En cualquier caso, momentazo. Pena que no lo haya podido insertar en Español, no me dejaba, porque lo de: “Se trata de un riff en sí, vigilad los cambios y nos os perdáis” y el momento primo de Chuck Berry son tan grandes, como todo en esta trilogía. Y como siempre decimos, todo sigue encajando a la perfección, no importa cuántas veces la veas, cuánto te empeñes en pillarles.

Lo dicho, momentazo, cancionaca, y encima es el puto Michael J. Fox tocando la guitarra y cantando de verdad.

 

Momento 3: Inside Llewyn Davis, Shoals of Herring

Vale, esta se escapa todavía más de la clasificación, porque es cierto que Inside Llewyn Davies es una película sobre música, pero no un musical. Y es verdad que aquí tampoco se ponen los personajes a cantar, así, un poco de la nada, pero es que Chris Isaak es tan grande. Y el hecho de que esta película esté basada en la vida de mi admirado Dave Van Ronk, y en su libro, del que ya os hablé, The Mayor of McDougal Street, hace que todo sea todavía más especial. No si os lo conté en la paja en cuestión, pero Chris Isaak preparó la película con él, y le enseñó a tocar, o ayudó a perfeccionar su estilo, para meterse en el papel hasta el fondo y poder tocarlo y cantarlo todo.

Y el momento es brutal, con su padre en el asilo, casi ya sin poder reconocerle, y encima creo recordar que era la misma situación del Van Ronk, o parecida. Todo es muy emocionante, pero sobre todo la interpretación que hace Isaak de una canción folk, poco conocida, que ni el propio Dave Van Ronk grabó nunca —que yo haya encontrado—,  y, en lo dramático, sacándola un poco de la nada. Me encanta todo de la escena, por eso la meto. Como no cumple todas las condiciones, se queda la tercera.

Así en particular, además de la versión de su autor original, os recomiendo la versión de Luke Kelly, el de The Dubliners de que ya hablamos, increíble.

 

Momento 2: Beautiful Girls, Sweet Caroline.

Aquí quería yo llegar. Porque esto sí es cumplir mis tres condiciones. Película no musical. Canción inesperada y grupal, de borrachos, o casi, y que te ponga los pelos de punta, porque lo que es a mí, y lo reconozco con orgullo, esta y otras canciones de Neil Diamond me ponen muy palote.

Si no habéis visto la peli, vedla, porque la escena combra mucho más sentido, pero no me digáis que, aun sin verla, no hay un momentazo en cómo cantan, cómo se miran, la complicidad y la nostalgia que transmiten, y el como tararean en ese aspecto básico de toda himno que se precio, que es el “lalaleo”; o en España, “lololeo”. Recomendable la película, aunque sea un peli pequeña y costumbrista, merece mucho la pena. Y sale Natalie Portman de adolescente, ya con la cara de borde esa que ha tenido siempre; puta “Amigdala”, es que la ahogaba en los pantanos esos donde vivía el retrasado de Jar Jar Binks.

 

Momento 1: The Deer Hunter (El Cazador) – Can’t take my eyes off you.

Vale, no parece que me deje insertarlo, pero ahí tenéis el link. Es que hay que ver esta escena bien, en calidad suficiente y de cabo a rabo. Si no habéis visto la película, error que tenéis que subsanar urgentemente, pero da igual para poder apreciar todo lo que tiene esta escena.

El reparto es increíble (De Niro, Walken, Cazale, Savage…). El montaje es cojonudo, por la sensación tan brutal de caos de bar de amigos borrachos que te da, de naturalidad y de buen rollazo; por las interpretaciones, lo sueltos que están todos, lo borrachos (que no sé si lo estaban de verdad, apostaría a que alguno seguro que sí); y por ese ponerse a cantar, a delirar, a casi gritar, en ese antro de la Pennsylvania siderúrgica, unos descendientes de ukranianos en segunda generación, trabajadores del acero, justo antes de la boda del colega más borracho y pocas semanas antes de irse a Vietnam… Si estoy de bajón, si llego a las tantas y me apetece irme a la cama feliz, si quiero llorar un poco de felicidad porque estas cosas, esta forma de contarlas, de expresarlas, existan, me pongo esta escena. O la peli entera, que ya me han recogido alguna vez del sofá en mitad de la misma (y las que me quedan: pero, ¿no te cansas de ver la misma película?), o con los créditos pasando, o ya acabada y reacabada, cargada la siguiente película en el disco duro, que podía ser perfectamente Cortocircuito 2.

 

Bonus track: Cortocircuito 2 (por supuesto) – Los Locos acojonan.

En mi casa tuvimos video VHS tarde y mal. Mal, porque nunca lo usamos mucho. Y por no usarlo mucho, os digo que nunca grabamos, nada, ¡nada! Pero nada de nada, ni aprendimos a programarlo. Y de películas, tuvimos unas diez en toda la historia de mi familia, y pasamos años teniendo 4: EL Turista Accidental, Cocodrilo Dundee 2 y Cortocircuito 2, más Aladdin, que llegó después. Conclusión, nos las aprendimos de memoria, porque era verlas una y otra vez. Que, por cierto, en esas discusiones que a veces surgen, como en las películas de Kevin Smith, sobre si alguna segunda parte es mejor que la primera, no hay que irse tan lejos como El Padrino, estas dos, la de Paul Hogan y la de Johnny 5, esas dos segundas partes son infinitamente mejores que la primera. Y no acepto discusión ninguna en este tema.

Y de ahí, se me quedó, se nos quedó a todos mis hermanos grabada esta escena y este temazo —que nos sabemos de memoria y cantamos a menudo—, más la jerga posterior, digna del mejor Ramoncín. Ese “No seas Julai…”. Qué tiempos los 80, qué inocencia, cuánto nuevo léxico, todo valía con tal de que pareciera “moderno”.

 

Y bien, ¿qué os parece mi selección? Se sale un poco del ritmo de pajas, pero es por cambiar de vez en cuando y meter algo distinto. Y además, a partir de ahora, ya tenemos que de qué disfrazarnos y qué cantar en la próxima fiesta de Halloween. Y terminar simpre nuestras discusiones con un sonoro “Tus bolas a Plutón”.

Migs