LXI – Un tipo sincero… Sin cero y sin finito

“Lo peor del amor, cuando termina,
son las habitaciones ventiladas,
el solo de pijamas con sordina,
la adrenalina en camas separadas.
Lo malo del después son los despojos
que embalsaman los pájaros del sueño,
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole ni dueño.
Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar las virtudes veniales,
condenar a galeras los archivos.
Lo atroz de la pasión es cuando pasa,
cuando, al punto final de los finales,
no le siguen dos puntos suspensivos…”
Cómo me gustaría saber transformar esta paja en un soneto, sólo así estaría a la altura del poeta del que os hablo, quizá así haría honor al mejor músico vivo que tenemos en España, sólo así podría agradecerle al artista todos los monumentos que nos está dando. Pero yo no soy poeta, ni músico ni artista. Sólo soy un treintañero que ha crecido escuchando y leyendo a Joaquín Sabina. Soy uno de los muchos españolitos que podemos recordar nuestra vida según sus canciones, uno de los muchos tan jóvenes y tan viejos que palpitamos en el Madrid que pinta Joaquín Sabina.
Quisiera hacer de esta paja mi agradecimiento, mi pequeño homenaje para él. Reconocer que los pocos muchos besos que me dieron los conquisté con sus canciones. Quisiera compartir todas las veces que me he repetido que nadie se ha muerto por ir sin dormir una vez al currelo, todas las veces que me desperezaba la resaca en el metro escuchando un disco suyo. Contar que los pisos abandonados de Moratalaz me parecen el paraíso terrenal. Quisiera recordar toda la compañía que su voz ajada y nicotínica ha hecho por mí, todo lo que me ha ayudado a llorar, a crecer, a pensar, a reír. Gritar que odio el traje gris gracias a él, que ha hecho de Madrid mi hogar. Quisiera regresar a todos aquellos bares de mis pecados donde sonaban, como estrellas de Bagdag, sus versos. Quisiera y no puedo explicar que no me comprendo sin su música.
En el colegio pasaba más horas grabando cintas con canciones de Sabina que aprendiendo matemáticas. Ahora me parece impensable exponer un recopilatorio para esta paja. La gran ventaja es que muchas de sus canciones han pasado al acerbo popular: 19 días y 500 noches, Y nos dieron las diez, Y sin embargo… Y muchas otras se han convertido en puentes “transgeneracionales”: Pongamos que hablo de Madrid, Princesa, La del pirata cojo… Por eso me voy a dar el lujazo de repasar someramente la primera parte de su carrera con algunas de sus canciones menos sonadas.
Esta primera paja de Joaquín Sabina recoge su primera década de trabajo, el Sabina ochentero. En siguientes entregas llegaremos a su cúspide, en mi opinión, con los inolvidable discos de los 90 y una tercera paja más para repasar desde los 2000 hasta la actualidad. Así que allá voy, en sólo seis canciones menos sonadas el inicio de JOAQUÍN SABINA.
El primer disco de Sabina es de 1978 (Inventario), muchas de sus canciones fueron escritas en el último año que pasó en Londres. Era la época de las canciones protesta y el disco está empapado de guiños y consignas de izquierdas, de regusto de revolución y cambio generacional. Pero también tiene algunas canciones que cuentan historias, algo que se repetirá recurrentemente en el resto de su carrera como distintivo de su lado cantautor. Y de vuelta a España en 1980, en toda la movida madrileña publica su segundo disco (Malas compañías), el panorama musical del país estalla por todos lados y la creatividad se emborrachaba en Malasaña. Y uno de los más grandes himnos de aquella época está en ese trabajo: Pongamos que hablo de Madrid. Y otra de las canciones insignias de Joaquín también, Calle Melancolía.
En 1981, Sabina hace gala y frecuentaba malas compañías. En el sótano de un garito de La Latina tocaba con Krahe y Alberto Pérez. De toda aquella época os voy a poner Adivina adivinanza. Resume al cantautor, la protesta y el estilo que manejaba Sabina en la primera etapa.
Creo que fue el propio Joaquín Sabina el que dijo “Bob Dylan es mi amigo, aunque él no lo sepa”. Sea como sea, el cantautor estadounidense ha sido su influencia más patente. No es de extrañar que siguiera sus pasos y fuera introduciendo en sus cuidadas historias instrumentos eléctricos, que los ochenta y sus arreglos empaparan sus melodías. Era 1984 cuando se publica “Ruleta Rusa” su tercer disco. Con “Caballo de Cartón” Sabina se ganó a todos los madrileños, se hizo el poeta de la clase trabajadora y le dio un sentido único al metro de Madrid. Su fama e influencia comienzan a aumentar, la crítica se empieza a dividir… nada mejor para una carrera musical: Joaquín Sabina se erigía referente para muchos, decadente para otros.
El disco es redondo, se puede escuchar desde el principio al fin y volver a empezar y sin problema. Personalmente me encanta “Negra Noche”, una de mis joyas secretas, pero os dejo “Juana la Loca” que plasma el paulatino cambio de estilo, el retrato de los salvajes años ochenta y la transgresión que supuso Sabina para gran parte de la sociedad.
Por cambios en la productora el disco tiene dos ediciones. En cualquiera de las dos está “Eh, Sabina”. Esta canción además de para descojonarme un rato me sirve para ejemplificar la típica canción autobiográfica de Sabina.
Y tan sólo un año después aparece el cuarto disco (Juez y Parte, 1985), instalado ya completamente en el pop rock. En torno a Joaquín se forma la banda Viceversa, con Pancho Varona dándolo todo. Si el anterior disco era redondo, Juez y Parte es un disco extraño con tres o cuatro grandes canciones y algunas más flojas: Whisky sin soda, Rebajas de Enero y Princesa ven la luz. La portada del álbum es mítica, con el cartel de la calle Tabernillas, la guitarra eléctrica y la máquina de escribir…
El disco se iba a llamar “Primera persona del singular”, os cuento que el jienense habría sido profesor de literatura si no hubiera sido artista y además que en aquella época su vida sentimental era muy turbulenta. Las canciones autobiográficas, tan típicas en él, tratan de amor, del paso del tiempo, de la sucia rutina… Os dejo un ejemplo de lo que digo
Joaquín Sabina estaba forjando una carrera deslumbrante y comienza a entrar de llenos en el periodo de su esplendor artístico, en mi opinión. Sin embargo su capacidad de trabajo le llevaba a publicar otro disco en 1987 (Hotel dulce hotel). Hotel dulce hotel vende más o menos 400.000 copias y lleva al cantautor a un público mucho más amplio.
El disco es de características similares al Juez y Parte con la diferencia que de las nueve canciones del lp cinco son maravillosas y dos de ellas merecen la pena. La segunda entrada del disco, Pacto entre caballeros, es uno de los grandes himnos sabinescos. Describe la marginalidad con una maestría asombrosa, un retrato del Aluche de los 80 o de Lavapiés da igual; es un grito, un subidón de sonido, una oda a los bandarras, a los calaveras. Es una de mis canciones para reventar los bafles antes de salir. Así estoy yo sin ti o Que se llama Soledad son básicas en su discografía pero aquí, y en honor al pajero MIGS, hablaremos de Besos de Judas, una de sus más grandes canciones menos famosas. Besos de Judas parece ser una versión sabinesca y retocada de un cantautor francés llamado Jean Patrick Capdevielle. Besos se Judas trae tantos recuerdos, ha quemado tantas pilas de mis walkman, he subido tantas veces el volumen para escuchar la canción hasta el final… todavía me hace soñar. Besos de Judas me hace más joven.
Como decía, Hotel dulce hotel, eleva las ventas y la fama de Sabina. Algo que tardaría en asumir (ya no era tan fácil salir a tomar copas por el centro sin que le atosigaran). Y es entonces cuando hace una jugada maestra: sólo un año después graba un disco íntimo, reflexivo, oscuro, tristón y muy pesimista. En palabras del propio Sabina: “El hombre del traje gris es el elepé más serio, menos comercial y con más sentido que he hecho en mi vida”. Efectivamente (El hombre del traje gris, 1988) es un discazo. Y lo que es más importante es un disco muy diferente al anterior, la versatilidad y personalidad del artista quedaron patentes. ¿Qué por qué es tan triste el disco? Pues porque ¿Quién me ha robado el mes de abril?, Juegos de azar o Nacidos para perder son canciones que te ayudan a llorar cualquier día que lo necesites. Es bonito ver cómo se han colado frases de Peligro de incendio en los conciertos actuales, es muy bonito transportarse a la época de Una de romanos pero en honor a mi hermano es dejo el video de Los perros del amanecer. Los perros del amanecer es esa canción que tantas veces hemos cantado juntos en el coche bajando a Madrid o subiendo a Alcalá, Los perros del amanecer es otro temón escondido de Sabina.
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