LXXII – ¡Qué alguien apague el sol!

Revisando los orígenes del blog es inevitable recordar grandes fiestas junto a MIGS y ROC. Las hemos liado muy pardas. Loquillo diría que fuimos los mejores y Quique González que cuando éramos reyes la noche nos pertenecía. La noche y el mañaneo. Mañaneo es ese espacio de tiempo desde que sale el sol hasta que uno cae rendido en alguna cama. Y de mañaneo uno se lo pasa especialmente bien. El mañaneo se puede disfrutar a plena luz del día, después de pasar por el Iberia o viendo un desfile de cabezudos en Cercedilla, pero mañaneo también tiene otra afección.

La paja musical que quiero compartir es un momento muy especial. Es el momento en el que, de fiesta, la primera luz de la mañana se cuela por las ventanas. Cualquier persona sensata pensaría que es hora de recogerse. Pero nosotros somos tres melómanos empedernidos. Y la música es más poderosa que el sol.

Es en ese momento, con la luz terminando la noche cuando se escucha un grito: “¡QUE ALGUIEN APAGUE EL SOL!”. Y mientras caen las persianas, se encienden más cigarros y se llenan más copas llega la caballería pesada: canciones capaces de resucitar a un muerto. Empieza el mañaneo. La primera canción que quiero compartir es Jungle Strut de Gene Ammos.

Con este tema hemos bailado hasta dislocarlos la pelvis. Hemos bailado con los ojos cerrados porque así se escuchaba mejor. Lo hemos reventado tantas noches que con sólo escucharla respiro mañaneo. Jungle Strut me lleva con MIGS y ROC por muy lejos que estén. Tuvimos una época muy funky, mucho Junco y mucho Clandestino en la noche madrileña

El segundo tema que puede llegar a corregir una aurora es Nice weather for Ducks de Lemon Jelly. Himno del colegueo. Adalid del buen rollo. Presagio de que queda fiesta por delante. Es imposible no sonreír mientras se baila la de los patos. Mención a Rafateo por incluirla en la sabiduría popular.

Nice weather for ducks es otra de las canciones que se han convertido en seña de identidad y que suelen ponerse cuando quieres que la noche sea infinita. La estructura de la canción es un interminable resurgir, un crescendo brutal que te arranca del suelo y te pone a bailar como si lo fueran a prohibir.

La cosa se puede poner más bruta… Como nacimos en los años 80 Transpotting nos marcó a fuego y este temón casi tanto como la peli.

Born Slippy te deja prepararte un poco al principio de la canción. Como cuando ves los rayos a los lejos y sabes que llegará la tormenta. Te enciendes el cigarrillo, apuras la copa, irrumpe el vocalista, el beat de la canción reaparece y luego la base destroza todo atisbo de calma. Hay que darlo todo. Como si no hubiera un mañana. La tormenta ha llegado y estás en el jodido centro de la misma. Bailar o morir.

Hemos hecho un largo viaje juntos, a través de buenos y malos tiempos, tengo que celebrarte, tengo que elogiarte. Así de simple, así de optimista, así de entusiasta. Así de grande. Así es esta canción de Fat Boy Slim. Pocas, muy pocas canciones consiguen llevarme tan arriba, ponerme tan contento.

Pues Praise you es un tema que se parece mucho a mi juventud, que me recuerda a la
juventud de MIGS y ROC. Praise you me enamoró a primera escucha. Praise you es
esencial en cualquier festejo y son de las que ayudan a sacar fuerzas de
flaqueza y lanzarte al mañaneo con la más anchas de las sonrisas.

Claro que por aquellas épocas yo leía, y sin parar, libros de vampiros. Me acercaba a la
reflexión sobre la identidad humana y al manejo del tiempo de una manera muy
atractiva. Os podéis imaginar que el rollito de la noche eterna, apagar las
luces, ganarle tiempo al día me iba que ni al pelo.

No es que la música techno me guste demasiado, pero siempre que sonaba esta canción no
podía dejar de imaginarme una lluvia de sangre, colmillos relucientes y claro:
IMPOSIBLE NO BAILAR COMO UN LOCO.

Leyendo el blog os habréis dado cuenta de que otra cosa no, pero eclécticos somos un rato.
No hacemos asco a ningún tipo de música. Pero no podía terminar esta paja sin
incluir una canción de rock.

Recuerdoel Angkor What? más a menudo de lo que debería. La primera vez que llegué a Camboya, en 2006, era el único garito rock de Siem Riep. Estaba regentado por un australiano enorme, exconvicto, tatuado hasta los párpados y con cara de pocos amigos. En la barra rotuladores de todo calibre hacían la decoración del local post apocalíptica: paredes de cemento llenas de las pintadas que visitantes del todo el mundo iban dejando allí, cuatro sofás desvencijados, un par de mesas rotas y unos ventiladores viejos que agitan el intenso calor del sudeste asiático. Caldo de cultivo perfecto para grupos como System of a Down, Metallica o Linkin Park. Según avanzaba la noche y subían los chupitos y los decibelios la gente empezaba a saltar sobre los sofás a empujar sillas y mesas, a liarla parda.

Mas con el primer rayo de sol, el australiano salía de la barra, todo el mundo se paraba y
con voz fuerte e inmaculada cantaba este gran himno, esta canción que no admite
análisis, que sólo se puede disfrutar. La canción de las canciones.

¡Que alguien apague el sol! Que la noche no acabe jamás.