LI – Leonard Cohen, poeta y músico

No creo que todos los músicos sean poetas. No lo creo. No creo que todas las canciones puedan ser consideradas como poesía. Es más, creo que muy pocos músicos, cantantes o cantautores son al mismo tiempo poetas, y no en todo lo que hacen. Aunque, quizá, esto sea más una cuestión personal. Al fin y al cabo, la poesía es también un asunto personal, íntimo diría, como también lo es la música.
Pensándolo mejor, no soy quién para decidir qué es poesía y qué no, ni yo ni nadie, qué narices. Pero sí puedo dar mi opinión al respecto. Y mi opinión es que, si hay un músico que sea al mismo tiempo músico y poeta, ese es el venerable que hoy nos ocupa.
Y es que todo en la vida de Leonard Cohen tiene algo de poesía, sus ascendentes judíos, ese aspecto y carácter de emigrante heredado, su experiencia en los años sesenta y setenta —incluida su relación con la gran Janis Joplin (maldita jota), a la que dedicó una canción: “Chelsea Hotel”—, su carácter libertario y humano, todo. Hasta ese mal trago que sufrió cuando su contable, hace unos pocos años, le robó prácticamente todo lo que tenía, no dejándole más remedio que internarse en un monasterio budista, eso sí, en California, creo.
Suena raro, pero yo crecí con Leonard Cohen. Tanto cómo crecí con el Flamenco, al menos. No voy a decir que yo escuchara esa música de niño, tengo que admitir que entonces ni siquiera me gustaba, pero en el coche, cuando éramos pequeños, no había otra cosa: o las veinte cintas de Flamenco (y cuando digo Flamenco, digo Flamenco, Flamenco), o Leonard Cohen, sobre todo el disco de The Future. Creo que esa cinta seguirá aún en ese coche, esté donde esté.
Para un niño, esa música resultaba más una tortura que otra cosa. No hace tanto que los viajes se hacían largos, muy largos, con poco aire acondicionado y sometidos al gusto musical de nuestros padres. En fin, que todo podía haber salido al revés y haber acabado odiando al señor Cohen. Afortunadamente, no fue así. La nostalgia, en gran parte, fue más fuerte y me hizo crear un vínculo con él y con su voz, y más tarde, ya con más oído y gusto musical, acabé por descubrirle en toda su plenitud. Y qué descubrimiento, oiga. Y qué letras.
Leonard Cohen es un poeta. Es más poeta que músico, seamos sinceros, a mí siempre me ha parecido que se acerca más al perfil de un trovador que al de un músico como tal. Aun así, puede que precisamente por ello, es una gozada escucharle, una auténtica gozada. Sí, es cierto que para hacerte del todo con él hay que meterse de lleno con sus letras —siempre en Inglés o Francés—, lo mejor de toda su música, pero hay algo en la música y la poesía, algo especial que hace que muchas veces no haga falta entenderlas para que te gusten, para que, de alguna forma extraña, sepas lo que están tratando de decirte.
Como cabría esperar, The Future no es mi disco favorito, reconozco que tampoco es uno de sus mejores, en mi opinión, aunque sí uno de sus más oscuros. Cada vez que habló con alguien que no le conoce mucho, le recomiendo uno de los recopilatorios, sobre todo el “The Essential”. Si bien en esta clase de discos faltan esas canciones pequeñas, simbólicas, que a todos nos encantan y que tanto definen a cualquier músico, son una manera fácil de entrar en su música a través de sus himnos más conocidos. Eso sí, mi disco favorito, por su música y también por su título, es sin duda “Songs of Love and Hate”. ¿Sin duda? ¿Seguro? Pues claro que no, pero no sé, me encanta todo de ese disco, hasta la portada, que probablemente reconoceréis por esa camiseta que me quito sólo de vez en cuando… Y hay otros, o todos, no sé, los primeros, claro, por ese toque mucho más joven, más idealista, con su voz aún un poco infantil (la diferencia con la que tiene ahora es genial), creo que destacan por encima de la mayoría. Si tuviera que decantarme por otro, diría que el primero “Songs of Leonard Cohen” es otro imprescindible, aunque sólo sea porque está “Suzanne”. Ya os he dicho que es de origen Judío, y por toda su música se puede intuir esa influencia, algo étnica que dirían ahora, con algunas bandurrias, influencia que en directo es mucho más obvia. Por cierto, quién se ocupa de los laúdes y las bandurrias en su banda es un experto guitarrista español, nacido en Zaragoza, Javier Mas, un auténtico crack, merece la pena verle en directo.

En cuanto a canciones, podría volverme loco, intentaré reducirlo a tres, además de las dos que ya os he puesto:
The Partisan, que por su título podéis saber de qué va.
So Long Marianne, enorme, simplemente enorme.
If it be your will, poesía y poco más. En este concierto estaba yo, por eso os la pongo, aunque no se oiga muy bien.
Es un buen músico y un enorme poeta, un poeta como la copa de un pino, para mí a la altura de muchos de los mejores poetas que conozco; y es un apasionado de Lorca, como no. Músico y poeta por el que tengo verdadera pasión, pero por debajo de esa pasión por su música, por esas letras tan sencillamente bonitas, yace algo más, lo sé muy bien. Yace el recuerdo, yacen los mejores tiempos de mi infancia, recuerdos de esos viajes familiares a la playa o a la sierra en verano, a ver a la familia en navidad, momentos que resultaban tediosos y llenos de tensión entre los hermanos, pero que hoy quedan como auténticos momentos estelares de la memoria. Y con ganas volvería a ese coche embotado de gente, de cinco hermanos más perro, con mucho gusto, sobre todo si en la radio solamente sonará Leonard Cohen. Entonces era imposible darse cuenta, pero les agradezco mucho a mis padres que no nos hicieran caso y no dejarán de educarnos con sus cintas de este delicioso canadiense, de voz hoy profunda. Me doy cuenta, me doy mucha cuenta de que era imposible que no acabara escuchando a Leonard Cohen, como imposible era que no acabara gustándome el Flamenco, aunque esa es otra historia, esa será otra paja.
Comments are closed.