The Cure: Lullaby como terapia
Y el viento de los Celtas me lleva a otra guitarra, a uno de esos días donde las sinapsis se despistan, te levantas más esquizotípico de lo debido y sólo puedes escuchar a Robert Smith susurrándote en el metro. Como si en la mente el ruido de los recuerdos de los que escribe MIGS fuera demasiado real. Necesitas alejarte de la memoria, dar un paso atrás del mundo, escaparte un poco de ti mismo. A veces recordar tan bien el olor del Parque de Arriba es doloroso. Se necesita encontrar la delicada paz de la melancolía, el placer de ser lacónico por un día, la sabiduría de sentirte extraño y raro en el vagón. Un arpegio oscuro vale más que el bromazepam.
The Cure, y Lullaby en concreto, son mi terapia para mirar la vida desde lejos. Para respirar en las telarañas de mi otra mente. Para escapar de las cálidas emociones que traen Celtas Cortos. Para no sentirme viejo. La tristeza es la emoción que nos permite reflexionar. Afortunadamente The Cure también me lleva volando, a tocar a otra guitarra.
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