XXXIII – Mi Chanson Française I, Têtes Raides

Como bien dice el título, este no es un post sobre la Chanson Française, ojalá lo fuera, pero yo no tengo ni el conocimiento, ni las fuerzas para hablar de un movimiento musical tan grandioso. Tampoco es un post sobre lo mejor de la música francesa, no puedo decir que conozca la música francesa, sólo dispongo de retales de ella, los pequeños contactos que he ido estableciendo a través de los años con grupos afincados en nuestro país vecino. Y es que allí siempre se ha hecho mucha y buena música, eso sí que lo sé, y de una variedad que sorprendería a la mayoría. Porque Francia no es sólo su Chanson Française, que bastante sería, tampoco es ese Rap y ese Hip Hop, calco de lo que hacen al otro lado del mar, y que, todo sea dicho, entiendo más bien poco. Francia, o la música francesa es eso, pero es también mucho más, es una mezcla enorme, apabullante, de una ingente variedad de influencias, propias de la tierra o traídas por los millones de inmigrantes que se han establecido allá a lo largo de los siglos.
Su música es la Chanson Française, es Jacques Brel, aunque este fuera belga, es Serge Gainsburg, es Edith Piaff y Georges Moustaki. Pero también es la música celta, de Bretaña y de gran parte de sus regiones norteñas, preguntadle sino a Gwendal, abanderados de ese fenómeno, mal llamado música celta, durante muchísimos años. Y es, por supuesto, el Jazz, en esa variante gitana, “manouche” como dicen por allí, que nos vuelve locos. Es la bohemia, es el acordeón, es Georges Brassens, es Ska y es Pop, muy afrancesados ambos, pero lo son. Es también el Reggae y Ragga, son los violines y las tubas, lo es todo, porque sin en cualquier país del mundo, podemos oír casi todo tipo de músicas, creo que es en Francia, donde esta fusión, esta mezcla de estilos, se lleva la palma.
Sería una estupidez intentar escribir sobre algo que es prácticamente inabarcable, de ahí que esta serie de post se titule Mi Chanson Française, Mi Canción Francesa. Es un pequeño y humilde homenaje a esos grupos que me marcaron en el tiempo que pasé allí y a otros, que aunque los conociera después, siempre me hacen recordar las calles y la lluvia, los amigos, la policía y esas noches que se repetían, en un pasar tan divertido, tan alegre, tan feliz, que no parecían acabarse nunca. Esa es la gran pena, que un día acabaron. Ahí está la música para recordarme que en realidad existieron.
Me ha sido difícil elegir un comienzo, por ese carácter especial que tienen los comienzos, un poco de jugártela mucho al inicio y otro poco de darle preponderancia a algo frente al resto, pero creo que comenzar con Tetes Raides, cumple esos dos requisitos o cualidades del inicio, a la perfección.
Têtes Raides
Como grupo, son difíciles de clasificar, salvo por lo de que son muy franceses. ¿Por qué? Pues porque sí, pero también por su acordeón, por la voz y la forma de cantar de su cantante, por el violín… No sé, tienen mucho de Chanson Française, y se nota. Aún así, no son sólo eso, tienen su toque punk, su pizca de magrebí y otro pellizco de música algo cíngara. Si tengo que compararlos con alguien, los compararía con esos primeros discos del ínclito Yann Tiersen; esos sus discos buenos o al menos, esos en los que no se dedicaba a demostrarnos su virtuosismo, sino que disfrutaba con la música, haciéndonos disfrutar a todos también. Evidentemente, he decirlo, le he dejado fuera de esta serie, aunque podría estar, su magna obra merece una futura paja, como poco.
Conocí estos Têtes Raides en Lille, en un barrio, entre lo obrero y lo bohemio, llamado Wazemmes. Es un barrio genial, que conocimos muy poco mientras estuvimos allí, sólo al final de ese año lo explotamos un poco. Una de las mejores cosas que tenía era su mercadillo los domingos, donde los Erasmus nos podíamos permitir el lujo de comprar ciertas cosas, inadmisibles en otras circunstancias. Este barrio, escondía un gran perla que no tardamos en descubrir. Aparte de ese mercado y sus muchos bares, menos comerciales, y más baratos también, el barrio de Wazemmes celebraba, mejor dicho, celebra un Festival Anual del Acordeón, digno de ver. Es un festival que ha ido creciendo con los años y al que os propongo pasarnos un año, pero no os imaginéis un festival al uso, es mucho mejor. Yo no lo llamaría festival, al menos en lo que solía ser, era más una fiesta musical, una celebración general por todas las calles del barrio, con la música y acordeón como centro de toda ese jolgorio. La música está por todos lados, en cada calle y en cada bar, pero además siempre instalan un par de escenarios más grandes, para los grupos más conocidos. Creo que ahora, utilizan recintos y pabellones de la ciudad, pero en aquel entonces, si lo hacían, no nos enteramos.
Evidentemente, el centro del evento es el acordeón, un instrumento muy utilizado, y muy bien por cierto, en la música francesa, pero en general es un festival de música folk, con cada vez mayor número de artistas extranjeros. Antes no era demasiado conocido, nosotros lo encontramos por casualidad, saliendo un día pronto, fuimos a darnos una vuelta por allí y nos topamos de bruces con el fiestón. Había música por todos sitios, conciertos en los escenarios, gentes tocando en las esquinas, grupos en los bares, barras de bebida y comida en la calle, como las fiestas de un pueblo o de una ciudad pequeña, pero todo en torno a la música y al acordeón. Nos quedamos encantados y no sólo nos quedamos allí ese día, sino que nos preocupamos de coger un programa y volver al día siguiente.
Fue ese segundo día, ya con cierto conocimiento del asunto, que conocí a estos franceses y francesas que nos ocupan. Dieron uno de los conciertos de por la tarde en los escenarios más grandes. Ya eran conocidos en Francia, ahora mucho más, pero por entonces eran un poco más independientes, menos comerciales que ahora. Para qué contaros, con esa cantidad de instrumentos que tocaban, del acordeón, guitarras, violín, etc., los tíos montaron un auténtico festival ellos solitos; a mí, algunas de sus canciones me recordaron mucho a Yann Tiersen, sobre todo las más movidas, luego averigüé que ya les había escuchado, precisamente, tocando con él en un disco que tenía. Estuvo de puta madre, haciendo botellón en la calle, rodeados de gente y de música, acabó siendo una de las mejores noches de todo el año, quizá porque fue de las pocas que hicimos algo distinto y una de las poquísimas que habíamos podido estar en la calle sin pelarnos de frío; era ya mayo, pero no habíamos tenido demasiado calor hasta pocos días antes.
A pesar de la cogorza, conseguí no olvidarme del nombre de estos Cabezas Duras, que es más o menos lo que su nombre quiere decir en español, en una traducción personal y muy libre, y desde entonces se convirtieron en un básico para todas nuestras fiestas. Más que el grupo, fue una canción suya la que se convirtió en final obligado de todas las fiestas y/o noches, esa que es su gran canción, su himno, Ginette, creo que perfecta para concluir cualquier festejo o juerga nocturna. Pocos se acordarán ya del nombre del grupo, más allá de esa canción, pero a mí se me quedaron grabados y seguí escuchándoles. Y sigo, y cada vez que les escuchó, sobre todo en esa Ginette, tan melancólica, tan alegre a la vez, porque la melancolía siempre lleva un poco de alegría -ese Saudade, que nos persigue-, me acuerdo de todo lo que pasé en tierras gabachas, de sus días y sus noches, de las comidas en la cocina de la residencia, de las fiestas y de las vomitonas en el diminuto lavabo de mi cuarto, y sobre todo, de la increíble cantidad de gente, eso, igualmente increíble, que conocí allí.
No me gusta olvidar, nada, absolutamente nada, cada vez que olvidamos, lo que sea, perdemos algo de lo que somos. La música nos ayuda a no olvidar, nos ayuda a recordar, rescata de nuestra memoria, sino las imágenes, si los sentimientos que fueron asociados a esas imágenes, a esos momentos, inevitablemente borrosos, inevitablemente lejanos.
En este caso, Têtes Raides son un catalizador perfecto para poner a funcionar los rincones más apolillados de todo el entramado de mi memoria. Os recomiendo un disco concreto, que os dejaré por las rutas habituales, se llama Dix Ans de Têtes Raides, y como su nombre indica es un recopilatorio, muy bueno, que os permitirá descubrirles en toda su plenitud. Si queréis meteros más, otro de mis favoritos es su disco Gratte Poil, los tienen todos en Spotify. Como suele ser habitual, nada es comparable a verles en directo, mucho menos un día de mayo hace años, de Erasmus, de botellón y en medio de todo un barrió levantado en músicas.
Algunas canciones destacadas para empezar: Ginette, Un P’tit Air, Gino, Manuela, Trumpet Song.
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