LXXXVII – ¡Qué se muera el civismo, viva Cimadevilla!
Este tipo es un tipo bastante especial. La primera que le escuché me provocó sensaciones encontradas, de esas veces que dices: «no sé si esto debería gustarme, pero la verdad es que me gusta, aunque luego no, pero luego sí, no lo sé, voy a escuchar más. ¡Coño! Si sí que me gusta».
Pablo und destruktion, que así se hace llamar el protagonista de la paja de hoy, y ya van ochenta y siete, nada más y nada menos, es uno de esos fenómenos surgido de internet. O eso creo haber leído, que empezó colgando sus videos y canciones por libre, y acabó por ser descubierto y sacar unos cuantos discos. Al contrario que otros fenómenos de este tipo, él no abundaba, ni abunda, en los aspectos más comerciales o facilones de la música, más bien es lo opuesto a eso, porque su estilo de cantar es casi recitativo, pero eso es lo que le da un toque tan particular y personal. A mí me ha ido calando poco a poco, y reconozco que ahora lo escucho bastante a menudo, más que por la música, que también, por sus letras.
Sus letras, y esto lo digo no sin cierta envidia, tienen una poesía que poca gente tiene hoy en España. Una poesía sin las pedanterías y las ñoñerías habituales, pero con esa sencillez que llama y atrapa. Y la música no es que sea mala, para nada, me encanta ese toque de melancolía que despiden siempre sus melodías, una nostalgia nada empalagosa, más bien grandiosa, en una decadencia que, me parece, refleja muy bien el estado del mundo de hoy. Pero sus letras son un zurriagazo de realidad y poesía, entremezcladas.
Él también tiene una pinta curiosa, y me encanta como baila, con esa arritmia tan nuestra, tan de todos los que hemos bailado en todo tipo de bares, todo tipo de música, ebrios casi siempre, sin importarnos quién bailará con nosotros o quién nos viera bailar. Sus videos me gustan mucho también, reflejan también esa decadencia ligera de un mundo que desaparece. El mundo que hemos vivido de noches eternas en barrios plagados de bares, de miles de personas llenando las calles de madrugada, una madrugada llena de luces, llena de voces, de besos furtivos, mojados, de esos bailes arrítmicos que ya no se ven, que ya no son.
Tiene una vena política, que se puede ver en algunas letras, pero también en las cosas que él suele decir en redes sociales o en entrevistas, pero no es una cosa general. Sus letras casi siempre van más por ese lado nocturno, amoroso, reivindicativo también, pero más hablando de esa sociedad que estamos perdiendo, haciendo una crítica siempre al puritanismo fanático que hoy nos asola y encañona. Ha sido criticado por los dos lados, derechas e izquierdas, y creo que eso es algo de admirar en esta España nuestra; siempre es bueno alguien que es capaz de soliviantar a los dos bandos, a cada uno en lo suyo.
Una canción que ha levantado esas críticas a dos bandas es Gijón, de un lado los nuevos puritanos, del otro los viejos rancios. Lo que han conseguido es que se haya hecho, claro, más famosa todavía, además de por lo que mola, claro, por música y letra. Es una de mis favoritas porque, aunque no somos de Gijón, sí que llegamos a vivir algo de ese Cimadevilla del que habla en la canción, al menos como turistas nocturnos. Barrio del que, como he podido comprobar en estos últimos años, queda muy poco de lo que era; como está ocurriendo en toda España, la vida nocturna se apaga y los barrios míticos se transforman en centros del postureo y la tontería diurna, diseñados para los foodies, runners, influencers y demás recua adoradora de la nueva diosa salud, que prohibe el caos y obliga a llevar una vida de ascetismo y privaciones, regalando todas las noches a un sueño que casi siempre nos sobró.
Me encanta eso de que se «muera el civismo». Por supuesto que él no habla de devolver las ciudades al caos; la mayor parte de la gente toma siempre las cosas que lee en sentido literal, no es casualidad que España está a la cola de Europa en comprensión lectora. Aquí, el mensaje no es arrasar con todo, es más devolver algo de sentido a nuestra vida y defendernos un poco de esas corrientes estúpidas que pretenden hacernos vivir para siempre, siempre sanos, siempre guapos, pero siempre aburridos, sosos, sobrios, inhumanos.
Para terminar, una canción de amor, creo, que tiene una letra de una poesía brutal. Antes lo decía, de todos los poetas modernos que he leído, ninguna, ninguno, me ha parecido que tuviera ni media gracia, mucho menos talento. Pero este Pablo tiene algo, tiene una rabia, una claridad al componer sus versos, un algo que solo tienen los buenos poetas, que me ha hecho convertirme en fan absoluto, me guste más o menos el personaje cuando está fuera de su música.
Parece que no, pero el tío tiene ya una discografía muy respetable y aunque pueda sonar un poco raro al principio, de verdad merece la pena profundizar y descubrir a este asturiano irredento con el que tanto tenemos en común, aunque solo sea por temas generacionales y esa pasión practicante por la noche y sus versiones. Además de porque, al menos en la nocturnidad, somos asturianos de adopción.
¡Qué lo disfrutéis! Y qué se muera el civismo, coño, ¡viva Malasaña, viva Argüelles, viva El Casino!
MIGS