LXVII – Chuck Ragan. Afonía Insomne

Es genial el momento de cervezas vacías y camas llenas por la casa, de soledad en el salón, de liar un cigarrillo y abrir otra lata. Todos duermen pero quedan canciones por escuchar. Queda ese íntimo momento de la música con uno mismo, donde se aprende, donde se recuerda, donde se extraña pero se está bien solo. Música, humo y soledad. Siempre hay que dormirse el último. El sueño nunca merece la pena. Acordes, tabaco y algo de beber.

La primera vez que os escribí esto me encontraba acompañado de la música de Chuck Ragan, una noche… una madrugada de afonía insomne. La noche había sido de las buenas. Mario nos presentó a Lara y a sus amigas suizas y finlandesas, luego se incorporaron amigos de Vallecas. Un precioso combinado de desconocidos, birras en Lavapiés, tres idiomas, copas en Malasaña y la última en mi casa. Esos momentos que tanto nos gustan a los tres.
La intimidad que otorga hablar de música es algo mágico. El lenguaje de intercambiar canciones y encadenarlas con el otro. La expresión condensada, sin resumir, de la sabiduría acumulada en letras, voces, melodías y ritmos sólo obedece a las leyes hechiceras del arte.
Aquella noche se me mostró el poderío de Chuck Ragan. Este tipo de Kansas comenzó su carrera en un grupo de punk, Hot Water Music. Tras abandonar la formación comenzó su carrera en solitario con sonidos de folk. En la conjunción del punk y el folk se instaló desde 2007. Son sonidos explorados en algunas pajas anteriores: M.O.D.A, The Brothers Comatose…. No merece mucho la pena pararse a analizarlos.
Merece la pena detenerse en que la música nos ofrece constantemente ejemplos de cómo transformar conceptos y tejer fortalezas. De cómo aprovechar las voces rotas para dramatizar las letras, de cómo la brutalidad del punk sirve a la nostalgia del folk, de cómo mensajes sencillos ganan expresión si se combinan con buenos instrumentos. De cómo un punky puede redirigir su rabia en muchas direcciones.
Estética demasiado hipster, eso sí, pero os dejo 45 minutos de concierto que merecen la pena. Un concierto para escuchar cuando os encontréis en ese momento de latas vacías y camas llenas, cuando todos duerman pero queden canciones por escuchar.
¡Ojalá nunca cambie de foniatra!
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